La educación financiera en los colegios: la propuesta de los que poco saben de educación financiera

Cada dos semanas, como un virus estacional, resurge en redes sociales el mismo eslogan: “¡Hay que enseñar educación financiera en los colegios!”.
Y siempre viene de los mismos perfiles: los que no saben ni de educación, ni de finanzas. Pero saben de marketing. Tal vez tampoco porque copiar y pegar un contenido es todo menos excelencia en Marketing.

Vamos por partes. ¿Quiénes son?

El converso. Descubrió hace seis meses que no es buena idea financiar el último iPhone al 24 % TAE. Ahora se cree gurú financiero, repite eslóganes de TikTok y presume de libertad financiera sin entender un balance ni un apalancamiento.

El vendedor de soluciones milagro. Su modelo de negocio depende de esa ignorancia que denuncia. Cursos de trading, talleres de criptos, comunidades VIP. Necesita que la gente siga sin saber. Si se enseñara de verdad educación financiera, su negocio se hundiría.

El cazador de engagement. Sabe que esta frase da likes y consenso fácil. Nadie se va a oponer en público. Es contenido barato de producir y rentable en métricas.

El problema de fondo es más serio: confunden madurez cognitiva con necesidad inmediata de contenido. No todo lo que hace falta aprender puede enseñarse a cualquier edad. La comprensión del riesgo, la evaluación de escenarios financieros, la visión crítica del sistema económico requieren un nivel de desarrollo cognitivo que no está en primaria ni en secundaria temprana.

Además, los cimientos de la educación financiera ya están en el sistema educativo. Los problemas de “Juan compra peras” son ejercicios básicos de contabilidad mental. ¿Dónde estaban estos adalides de la educación financiera cuando tocaba hacer esos ejercicios? ¿Qué nota sacaban en matemáticas aplicadas?

Pero lo más importante es esto: la auténtica educación financiera no consiste en saber contratar una tarjeta o en hacer un Excel de gastos. Es entender los incentivos perversos del sistema económico, las asimetrías de información, el funcionamiento real de los mercados y de las instituciones financieras. Y eso incomoda mucho más que un taller de “cómo ahorrar en suscripciones”.

Así que no me opongo a que se enseñe educación financiera. Me opongo a que se banalice en manos de quienes solo entienden de marketing. Porque cuando la educación se convierte en slogan, deja de ser educación.